Canoura: yendo del bolero al living

25Ago05

esencia_2Todo empezó con una cantante uruguaya con demasiada fiaca como para moverse a más de una cuadra y media de su casa para grabar un disco, y terminó en una noche mágica de agosto, en la casa de los siete vientos, registrando en vivo esencia/dos

La casa de los siete vientos es una fonda a destiempo de la globalización; un bodegón de calida estética donde sentirse como en la propia casa; un algo tan inclasificable y definitivo que termina por convencerte de que la cosa tiene que ser ahí.

La noche del lunes 22 de agosto estaban las mesas, sillas, banquetas y gradas rodeando el living que es en esencia esencia/dos. Y entre los sillones, la mesita ratona, el perchero y el vino, acompañada de Seba Larrosa al piano y Jorge Nocetti en guitarra y melancolía, Canoura recorrió el repertorio del disco con los infinitos pliegues de su voz.

Pongámoslo así: están los intérpretes, y están las voces.

Canoura es una voz. Una voz dotada de una paleta sonora con matices que no se acaban nunca, y le permiten susurrar, interpretar, parodiar; dar vuelta cada canción como una media y hacértela escuchar como por primera vez.

Tiene, además, una habilidad que da la vida: saberse rodear de músicos que desde la primera nota transpiran que además de instrumentistas delicados y profundos son, sobre todo, buena gente, lo transmiten y te lo hacen disfrutar.

Seba Larrosa toca el piano que parece que viniera del jazz, sugiere que llega del tango, aparenta pasar sus noches en un saloon, y todo eso mezclado en un alambique de música popular que destila un sonido tan maduro y confiado que terminás por creerte que te miente la edad.

Nocetti. Qué decir de Nocetti. Arranca su guitarra y la gente hace un silencio que parece misa. Con decirte que se callan hasta para oirlo afinar. Hay que escuchar la introducción jazzera para el tango Tú como para empezar a dimensionar lo que pueden esos dedos tristes.

Y así se fue desgranando la noche, con música adentro de la casa y afuera naciendo el temporal.

Ahora hay que esperar el disco, y hacerle un lugar en el living. Junto a la copa de un vino que se resista lo justo, el cigarro enredando el humo por los caireles del aire, y la camisa roja enroscada en la lamparita del velador.



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