No todo va mejor con Jorge Schussheim

24Jul04

¿Con qué canción arrullar por primera vez a una hija?

Hace unos años me ví en esa cuestión, y la primera que me vino a la cabeza y al deseo de perpetuarla en la memoria de mi beba fue Amigo mío, de Serrat.

Quizá porque el anzuelo que la enganchó a ese momento luminoso de mi historia personal pedía una cosa para siempre, la primera nana que la nena escuchó fue la de un cantautor catalán:

Si la ves cuando el verano
tiende su mano seca y calina
mécela entre tus brazos frescos de río
y vuelve para contármelo
amigo mío

Y después había que elegirle una canción para que la nena riera y monigoteara con el papá. Y desde un fondo no demasiado visitado de la memoria, me salió a flote la Polca de la tarjeta

Quién no conoció el peinado
que usaba Misia Felisa
su pollera con bordado
su cara llena de risa

La nena se la aprendió, y cantada por los dos era una manera de no olvidarla. Y una afirmación per se de que no hay música para grandes y música para chicos: la nobleza de las cosas las estira según las edades.

La polca tiene letra de González Tuñón, y música y voz de Jotge Schussheim. Está en un disco inolvidable; No todo va mejor con Jorge Schussheim, en cuya tapa blanca, un círculo rojo ocupaba todo el cuadro, con el apellido imitando el logo de la conocida bebida cola.

Debe haber sido en cuarto, o quinto grado, cuando un compañero llevó copiada la letra de Mi personaje inolvidable, en que Schusheim metió sus canciones en mi cabeza, para jamás abandonarla.

Escuchábamos el vinilo una y otra vez, y la fascinación no se acababa

Hubo una vez un general
que se llamaba Duval.
Era un militar cabal
con una mente colosal.
Cuando el país andaba mal,
sin esperar ninguna señal,
con un esfuerzo monumental
deshizo el berenjenal.

Lejos estábamos de saber que en Argentina empezaba una vez más una época en que cualquier parecido con la realidad podía costarte el cuero, y gracias a ese antecedente lejano de Ojo con los Orozco, el disco fue archivado en alguna lista negra.

Después se acabó el vinilo, salvo como soporte de la nostalgia, y las orejas se nos llenaron de cedés. Pero claro, cada vez que se cambia de dispositivo, media discoteca se pierde en el olvido, y con este disco la época no iba a hacer una excepción.

Una de las primeras cosas que escribí en este sitio invitaba a la rica permuta de material inhallable. Pedía a gritos el auxilio del emepetrés para esa música que no debiera desaparecer del mapa de una escucha posible, a salvo de marketings hiteros. No como la apología del delito en la que ahora hasta Infobae se prende, con tal de cagarle la taquilla a Michael Moore. Más bien como un servicio de ambulancias al rescate de los discos queridos que jamás volveríamos a ver en las bateas.

Y hoy, por esos vericuetos milagrosos de internet, tenemos acceso otra vez a Schussheim. Sí, está bien, tiene ruido de púa, pero ya es mucho más que nada, máxime cuando el mismo autor confirma que no hay copias contemporáneas, ni medios para adquirirlas.No todo va mejor con Jorge Schusheim es el testimonio de una época donde los cantautores, la canción de protesta y el café concert – por poner algunos datos, nada más – podían cruzarse con confianza de géneros amigos, y dar a luz materiales que no se termina de saber bien dónde encajan, pero que por sobre todo tienen calidad.

La voz de Schussheim desgrana con igual aplomo una canción tras otra, y con la misma elegancia canta un testimonio, una parodia de costumbres, o una letra de poesía popular.

El redescubrimiento deja el sabor amargo de imaginar que si éste es el vertice del iceberg, cuántas otras cosas habrán perecido en el traspaso.

Pero queda también la alegría del retorno por unos momentos a un pasado piola, suelto y libertario, junto a la verificación de que algunas cartas llegan a destino. O como bien canta Fito, tus regalos deberían de llegar.

Pónganse las pilas, vamos. Ya es hora que lo editen en CD.

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